Por Armando Pérez Araújo
Al ex gobernador Jorge Pérez lo conozco desde que era gerente de Inscredial, la entidad encargada de otorgar vivienda social a gente necesitada
de ella, y yo, como abogado y como siempre, defendiendo causas difíciles, casi imposibles
de defender, en este caso, la de deudores morosos de dicha institución,
la mayoría humildes habitantes del barrio Maleiwa de Maicao, que enfrentaban el temor de seguir permaneciendo
como dueños de sus casas. Como quiera que practico la precaución y buena
costumbre de indagar por el lugar de origen de los apellidos de las personas
que comienzo a conocer, máxime si, en casos como el de esta reseña histórica,
cuando el interlocutor habitual tenía mi apellido Pérez, encontré que
por el simple hecho de que Pérez Bernier me informara que su apellido paterno
provenía del Carmen de Bolívar, ello fue suficiente motivación para inferir
la probabilidad de que podría existir algún parentesco entre esos distintos
Pérez, los del tronco paterno de Pérez Bernier y los Pérez míos, que sabía que descendíamos de Magangué, Bolívar. En todo caso, el manifiesto don
de gentes del amable gerente y ocasional contertulio, más su espontánea sencillez, transparencia y
bonhomía, facilitaron el nivel de comprensión para resolver consensualmente, es decir, a punta de comprensión y respeto por los derechos humanos, la tranquilidad y estabilidad
de los propietarios que el suscrito representaba extrajudicialmente ante la
entidad regentada por Pérez Bernier. Podríamos decir que entre nosotros nació ipso facto, una especie de
amistad a primera vista, acompañada del fraternal y cariñoso trato familiar
continuo, respaldado por la probabilidad meramente estadística de que entre los
Pérez Bernier y nosotros, los Pérez Araújo, por razones que podríamos considerar
geofamiliares, podría existir algún vínculo consanguíneo común. Adicional a ese invariable y afectuoso trato de parientes
que por muchos años nos hemos prodigado, surgió mi matrimonio con la dirigente wayuu Remedios
Fajardo, quien siendo hija del riohachero Pedro Fajardo Bernier, tío de Jorge, dejaba develada la circunstancia de que su abuela resultó ser hermana del abuelo de mismísimo Pérez
Bernier, revelando otra sobreviniente variante familiar
de parentesco por afinidad entre nosotros.
Resulta que un
día cualquiera me visitó mi primo hermano Carlos Pérez Almenares,
destacado investigador en historiografía y meta historia de nuestros asuntos de familia,
para informarme que había culminado una importante indagación familiar, relativamente comprobada,
según la cual, el popular sacerdote Padre Prasca de Magangué, cura emblemático de esa ciudad, que
en la década de los cincuenta fue trasladado al Carmen de Bolívar, llevándose de ayudante y compañero, en calidad de monaguillo a uno de sus sobrinos, de nombre Carlos Pérez,
que suponemos era entonces un joven entre los quince y veinte años de edad. De conformidad
con la citada averiguación el apuesto obispillo muy pronto cautivó el amor de una
hermosa carmera y según dice la historia, relatada por mi primo hermano Carlos,
más temprano que tarde, pasó lo que tenía que pasar, es decir, el sobrino, alumno y
protegido del cura embarazó a su joven novia. El niño de esa relación nació varón y su nombre fue Miguel, quien, de acuerdo con la emotiva aunque muy fragmentada investigación, una
vez creció se estableció en La Guajira y también, más temprano que tarde,
igualmente enamoró a una bella dama de la sociedad riohachera de apellido
Bernier, con quien se casó. La suma de los factores, y sin más vueltas, es decir, el sumun y producto de esta curiosa historia, es que el principal protagonista y enamoradizo
monaguillo, con la mayor certitud, resultó ser mi abuelo Carlos
Pérez Mejía y, al parecer, también abuelo del ex gobernador. Mejor dicho, al buen entendedor
pocas palabras bastan: todo indica que el ex gobernador Jorge Pérez Bernier, una vez quede confirmada esta desordenada y emocionante explicación, será considerado como mi primo hermano.
Ahora hablemos
de la condena de quien, reitero, parece ser mi primo hermano, ojalá así sea, a favor de
su presumible inocencia, no sólo por aquel precepto guajiro de que a lo tuyo tú, con razón o sin ella, como
reza el popular principio de solidaridad, sino porque a simple vista me ha
parecido que lo que hay en el canto de la cabuya es un monumental exabrupto, conociendo,
como conozco la característica corrupta y perversa permeabilidad de nuestro sistema judicial por la politiquería, y
particularmente, porque he sido testigo y víctima lo que ocurre en los vulnerables espacios del mismo sistema judicial en las instancias de La Guajira. También, porque conozco
de los proverbiales estragos de la poderosa corrupción local imperante en este medio
nuestro, poblado de oscuros y jugosos intereses. Naturalmente, tengo que advertir que no me referiré a
ninguna decisión judicial en especial, en torno a los derechos y garantías de mi presunto
primo hermano, porque entiendo, en calidad de defensor de los
derechos humanos, y porque como abogado he sido muchas veces víctima de este sistema, comprendiendo que sin
conocer detalles del proceso de marras, no sería correcto expresar
ninguna opinión al respecto. Me basta entender lo que se percibe en la calle y dice en parques y corrillos de la política y la politiquería,
incluso, lo que observé en el rostro del ex gobernador,
cuando decidió difundir las sentidas palabras suyas sobre su determinación de
entregarse a las autoridades. Es más, creo que para mí bastarán las elocuentes y
tristes imágenes de su ingreso a las instalaciones judiciales de la calle
primera de la capital guajira, porque evoqué con ellas aquella también triste circunstancia fáctica,
hace un poco más de veinte años, cuando ingresé por la misma puerta, ilegalmente
capturado y visiblemente sojuzgado. A los treinta y siete días, en mi caso, una instancia superior, a cargo de un juez justo y serio, porque de que los hay, los hay, decretó mi libertad, añadiendo frases contra la estupidez judicial, que no se las ha
llevado el viento, pero que contribuyeron a reconciliarme un poco con la justicia
colombiana, como esta: “..eso no se hace con un hombre
que ha dado muestras de ser respetuoso del derecho...” . Ello no borró mi
dolor, pero espero que a Pérez Bernier le pase lo mismo y quede libre y resarcido por orden de la Sala Plena de la Corte Suprema.